Catálogo de cielos
Existe un cielo de los enamorados. En su versión diurna es posible encontrar alguna nube, de preferencia algodonosa en cuanto a textura y color. También puede ocurrir que alguna bandada corte el celeste infinito, y es muy raro que algún avión ruidoso lo ensucie. En este tipo de cielos (empleo el plural hasta que algún entendido en Cielo me pueda demostrar que hay uno solo, no un solo entendido, aclaro, sino un solo Cielo. ¿Entendido? Aunque creo que al aclarar… se me vino la noche) el sol brilla con generosa tibieza y las parejas se prometen amor, ya sea en campos alejados y serenos o en breves plazas con bancos condescendientes. En su fase nocturna es necesaria la aparición de casi todas las estrellas, y no habrá nubes que las escondan (ojo: en el supuesto caso en aparezcan es recomendable cambiar este cielo por algún cielorraso, preferentemente cálido).
Para verlo solamente hace falta mirar su corazón: si está a nombre del la dama o el señor de nuestros sueños, pronto dará con este cielo. Recuerde permanecer sonriente, es un buen ejercicio contra la espera. Desdentados abstenerse.
Uno de los cielos más grandes es el de los navegantes, el cual tiende a ser infinito, pero sólo hacia los costados, ya que, visto de frente, una línea horizontal miente su fin. (Nótese que el cielo cambia de color en su parte inferior: esto significa que puede usted seguir ese rumbo y será recibido por un puerto hospitalario). En la noche, este cielo se ilumina de miles de estrellas que le indicarán, al navegante avezado, hacia donde debe dirigir su proa o sus sentimientos. Cabe aclarar que, tanto al norte como al sur del Ecuador, sus noches serán animada por fantásticas constelaciones cuya exclusividad jerarquiza cualquier intento de romanticismo.
Otro cielo es de los esperanzados. Sólo se lo encuentra de noche y tampoco presenta nubes. Es un cielo breve, ya que su propietarios lo abandonan apenas se va el último resplandor de la estrella fugaz.
Hay un cielo literal que es ejercido por las señoritas y pronunciado, generalmente, por los galanes de antaño. Se lo conoce como: «Adiós, mi cielo».
Si vemos -o mejor, no vemos- el cielo debido a la enorme cantidad de nubes espesas, en tonos gris oscuro y negro, nos hallamos ante el cielo de los desesperanzados, o ante una tormenta devastadora. Pronto nos veremos cegados por rayos incesantes que anuncian la llegada de truenos ensordecedores ( y si nos hallamos en el campo veremos que los animales insisten en huir o en darnos la espalda). La manera de limpiar este cielo es con algunas dosis de amor, en cualquiera de sus fórmulas, o bien con algún súbito tornado que le entregue las nubes al mar, a modo de almuerzo o cena, o simple infusión (salvo que – insisto – estemos en el campo, en cuyo caso habrá que clavar, siguiendo una vieja receta gaucha, un facón en la tierra para que las nubes se divorcien y la tormenta se desvanezca).
Para los que madrugan hay un cielo oscuro, con luces que se van apagando mientras se enciende la hornalla que calentará la pava. Justo en ese momento es cuando la oscuridad se tiñe de naranja. En diez minutos, otro color los asombra; y al cerrar tras de sí la puerta de su casa, el cielo ya es de un color celeste suave. En invierno es normal ver el rocío elevándose luego de haber pernoctado con las plantas. Algunos estudiosos del tema atribuyen este fenómeno al encendido de la hornalla para calentar el agua de la pava. Se sigue investigando.
Hay un cielo que se ve una vez al año, y también cambia de color. Empieza en la noche del 31 de diciembre y es claro y despejado, con la asistencia de todas las estrellas, comandadas por la luna (que ya no es territorio de poetas y enamorados, sino la primer colonización del hombre vil en el espacio). Cerca de la medianoche se va tornando más luminoso, aunque irregular. Se ilumina permanentemente con luces y explosiones teledirigidas (algunas despiden las broncas de un año que muere, otras dan a luz las esperanzas de lo nuevo). Al llegar el amanecer, las posibles nubes son pintadas de rojo, naranja y violeta en diversas gamas, y el viento las hace mutar en motivos festivos. A medida que pasan la horas van siendo menos las personas que asisten a este cielo, algunas, las que quedan con vida o ganas de vivir, regresan a sus casas, excepto los que alquilan: estos regresan a las casas que arriendan.
Uno de los cielos menos frecuentes se nos presenta en forma nocturna. Es oscuro, con sombras que lo ocultan casi todo, con una luna llena y tímida (hasta que lo estudiosos no me demuestren el lado descarado de la luna, ésta será llena y tímida, que tanto) que se esconde tras nubarrones negros y tenebrosos. Es un cielo exclusivo para los séptimos hijos varones (cuyo padrino es el Presidente de la Nación). No tenemos más informaciones de este firmamento, ya que los autorizados a verlo pronto devienen en lobizones y se van corriendo tras sus víctimas, las que suelen ser millones.
El último de los cielos de este breve catálogo está enmarcado en un rectángulo de cemento gris, y se lo ve atravesado de barras de metal. Su gama cromática va desde celeste claro hasta azul intenso. Por las noches se lo ve solitario y lloroso, melancólico y arrepentido, muy llamativo. Las nubes transcurren , indiferentes a las promesas de mejores conductas, en cómodos grupos de envidiable libertad.
No es un cielo recomendable, ya que impide disfrutar de los demás cielos. Los que estamos encerrados aquí no podemos dejar de mirarlo.
Sí, estoy de acuerdo, hay muchos cielos, pero yo, sólo tengo uno. Gracias por reflejarlo.
Siberia said this on septiembre 24, 2008 a 7:16 pm |
«Quise formar parte de ese grupo de gente que sólo va a ver el mar cuando sabe que no hay más que un par de pescadores aguantando los embates de la bruma furiosa.»
Te dejo un abrazo
Blanca said this on septiembre 24, 2008 a 11:51 pm |
Siberia: De nada. Gracias y besos.
Blanca: Gracias, aunque creo que el comentario va para «Manuscrito…». Besos y abrazos.
Alejo Salem said this on septiembre 25, 2008 a 10:12 pm |
Me encantó el escrito sobre los cielos. Seguí escribiendo que lo hacés hermoso!!
Laura said this on febrero 13, 2011 a 2:12 pm |
Debería, Laura …
Gracias por pasar y dejar tu opinión.
Besos.
Alejo Salem said this on febrero 13, 2011 a 7:28 pm |